Esta conseja popular cobra vigencia en la actualidad a unos días de haber concluido-con más pena que gloria-el Torneo Internacional de Beisbol, en Magdalena, cuyo objetivo central –que dio sustento a su nacimiento-hoy da firmeza a su futura desaparición.
Para aquellos que no están del todo enterados de lo que ahí sucedió y cómo pasó nadita más les mitoteo que fue un soberano relajo; para empezar, el torneo que nació con la finalidad de que los peloteros se divirtieran, de pronto pasó a convertirse en un mercado de “cuartos bats” cuya cotización ya la quisiera la Bolsa de Valores de Nueva York: Dicen los que han estado presentes en la mayoría de las ediciones que nada tiene de amistoso ni de hobby, mucho menos terapéutico porque los que a el asisten parece que están jugando el Clásico de Octubre y no una cascarita beisbolera.
Se ha perdido-si es que alguna vez lo tuvo- el sentido de la fraternidad y ha pasado a ser una disputa litigosa.
¡Hubieran visto la final de Magdalena!.
No tuvo el final feliz que todos esperaban, como sucedió con la de Ures el año anterior.
La mayoría de los equipos llevan puros trabucos, relegando a los peloteros semiretirados a un plano de simples expectadores.
Y que decir del desenlace.
En Magdalena nunca se llegó a una decisión consensuada cuando un jugador fue declarado out, armándose la chica en la finalísima.
Como había acontecido un año atrás, pues.
Lo bueno, es que el año próximo será en la Cenicienta del Pacífico y no duden que los anfitriones se armarán hasta los dientes para dar la sorpresa, como la que le recetaron al equipo de Phoenix.
Nos preguntamos entonces, ¿dónde está la autoridad del beisbol?.
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