Cada uno en su estilo, con 41 tantos ambos, e inmersos en una disputa sin tregua por la condición de mejores goleadores del campeonato liguero, Messi y Cristiano Ronaldo.
Dos maneras distintas de jugar al fútbol para dos formas diferentes de marcar goles.
El cómo llegan a perforar las porterías diferencia tanto a uno del otro como los libretos de juego que representan.
A través de esas 41 dianas se definen ellos mismos y el estilo de sus equipos: el del Barcelona, más elaborado y paciente, y el del Real Madrid, más vertiginoso y menos retórico con la pelota.
Las pizarras de Pep Guardiola y José Mourinho pueden ser retratadas futbolísticamente a través de la voracidad de sus futbolistas más decisivos ante la portería contraria.
Si el Barcelona es reconocido por ser el mejor equipo del mundo haciendo rondos, el Madrid lo es por su capacidad para plasmar contragolpes.
Messi ha marcado 25 de sus goles en jugadas elaboradas de ataque estático —contra defensas organizadas—, casi más del doble que Cristiano, 13.
El portugués ha finalizado en gol 12 contragolpes por ocho de La Pulga.
Una radiografía de un gol de Messi es una recepción del balón —precedida de una circulación paciente— a unos 10 metros de la media luna del área; una aceleración con la pelota pegada al pie por si tiene que driblar; una pared; y una carrera al área para allí definir con suavidad por arriba, con un disparo cruzado o sentando al portero.
Messi podría ser definido como un Maradona fuera del área y un Romario dentro de ella.
Los argentinos denominan a los nueves mentirosos nueves y medio porque ni ejercen de delanteros clásicos ni de mediapuntas puros. Quizá Messi esté alumbrando una nueva figura abstracta por su alta participación en la construcción de las jugadas de gol y en su brutal eficacia: el diez y medio.
La Pulga ha iniciado y culminado 18 de las jugadas que han originado sus tantos. El que le marcó al Getafe recientemente en el Camp Nou, en combinación virtuosa con Iniesta, que le hizo la pared de tacón en la frontal, es una fotografía muy descriptiva de las secuencias que preceden a sus goles.
Hay una máxima del fútbol que dice que una pared derriba un muro defensivo.
Messi ha encontrado socios que son lo que fue Coutinho para Pelé en aquel fabuloso Santos.
Combinando así con Iniesta, Cesc, Xavi o Alexis, representa lo mismo que aquella pareja de Lanús de los años sesenta, Acosta y Silva, conocida como Los albañiles por la cantidad de paredes que construían.
Un retrato robot de un tanto de Cristiano Ronaldo es una jugada vertiginosa del Madrid por la banda derecha, principalmente; una diagonal suya de izquierda a derecha a toda mecha y sin balón para presentarse en boca de gol y culminar a un toque.
Si Messi se asocia antes de ejecutar porteros, Cristiano es totalmente periférico y ajeno al desarrollo de todo lo previo.
Encierra el secreto ganador del ajedrez de atacar por un flanco, sobre todo por la banda derecha, y ganar la partida sorprendiendo por el otro.
Es el goleador llegador por antonomasia. Se le han medido aceleraciones de 35 kilómetros por hora en sus carreras en busca del gol. En esto, Messi se emparenta con su rival. Los dos, sin haber nacido goleadores, han desarrollado el instinto de los grandes cazagoles para correr al espacio libre y exacto en el área.
Si La Pulga, a veces, hace gala de un juego de tobillo sensible para tirar una vaselina, el portugués es un rematador de empeine fuerte y preciso, capaz de imprimirle efectos endemoniados al balón. Ahí supera a Messi: ha marcado seis goles desde fuera del área por dos del argentino.
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