domingo, 5 de agosto de 2012

FUTBOL: Brasil cumple una década del pentacampeonato



Mundial del que será anfitriona con el recuerdo lejano del último título mundial conquistado, hace ya diez años, y con la esperanza puesta en que Neymar asuma el rol de Ronaldo para lograr en casa su sexto título. 

DESTACADOS:. 
-- El quinto trofeo mundial de Brasil se ganó en Yokohama (Japón) con un equipo liderado por el tridente de erres formado por Rivaldo, un joven Ronaldinho y un Ronaldo estelar, autor de los dos goles de la final contra Alemania. 

-- El equipo dirigido por Luiz Felipe Scolari contaba además con figuras que marcaron una época como los laterales Cafú y Roberto Carlos, el centrocampista Gilberto Silva, el defensa Lucio o el portero Marcos. 

-- El éxito de esa generación brillante le pasó factura a los brasileños, que en ediciones posteriores del Mundial cometieron diferentes pecados por el exceso de confianza, lo que ha llevado a la "verde-amarilla" a cumplir diez años lejos de las fases finales de la competición más importante. 

Diez años han pasado desde que Cafú levantara el quinto trofeo mundial de Brasil en Yokohama (Japón) para coronar a un magnífico equipo en el que sobresalía un tridente de erres formado por Rivaldo, un joven Ronaldinho y un Ronaldo estelar, autor de los dos goles de la final contra Alemania. 

Ronaldo liquidó a Oliver Kahn en dos rápidas jugadas en la segunda parte en las que lució sus mejores artes de delantero matador. 

Con oportunismo y una potente arrancada se plantó ante el portero alemán y aprovechó un mal rechace para anotar el primero; después afinó su puntería para embocar el balón junto al poste en un tiro desde el área grande y finiquitar el partido. 

El "nueve" brasileño, con su inolvidable cabeza rapada coronada por un flequillo, fue el máximo goleador del Mundial, con ocho de 18 tantos de su equipo, mientras que Rivaldo, que también vivía sus mejores años, hizo cinco dianas en todo el torneo. 

El equipo dirigido por Luiz Felipe Scolari contaba además con figuras que marcaron una época como el lateral Roberto Carlos, que dejó su huella con un zapatazo a balón parado ante China, el centrocampista Gilberto Silva, el defensa Lucio o el portero Marcos, que aportaron su granito de arena para que Brasil no cediese un solo empate. 

La primera fase fue muy fácil: tan solo Turquía ofreció dificultades en el debut de Brasil, que consiguió la victoria por 2-1 gracias a un gol de Rivaldo a tres minutos del final. 
China (4-0) y Costa Rica (5-2) sucumbieron fácilmente y Bélgica, en los octavos de final, tampoco fue un rival de peso y cayó por 2-0. 

En cuartos Brasil obró una remontada ante Inglaterra (2-1), en el partido más difícil de todo el Mundial, gracias a los tantos de Rivaldo y Ronaldinho, que marcó el tanto definitivo con un espectacular tiro de falta, en una jugada en la que todo el mundo esperaba un centro al área. 

Ronaldinho recordó estos días la hazaña y calificó ese tanto como "uno de los más importantes" de su vida y afirmó que los brasileños "sabían" que el portero David Seaman solía salir de la portería en ese tipo de jugadas. 

Ronaldo salvó los muebles en la semifinal contra Turquía al marcar el único gol del partido (1-0) con una genialidad, un punterazo certero cuando estaba bajo presión y rodeado de cinco defensas rivales. 

DIEZ AÑOS DESPUÉS. 
En la final, el 30 de junio de 2002, Ronaldo inscribió su nombre en el panteón del fútbol con un partido perfecto, con el que también borró el recuerdo frustrante de Francia 1998. 

El éxito de esa generación brillante le pasó factura a los brasileños, que en ediciones posteriores del Mundial cometieron diferentes pecados por el exceso de confianza, lo que ha llevado a la "verde-amarilla" a cumplir diez años lejos de las fases finales de la competición más importante. 

El recuerdo de la quinta de Ronaldo y compañía sigue vivo entre los aficionados brasileños, que todavía buscan un sustituto a la altura que responda en los momentos decisivos. 

Los éxitos en la Copa América de 2004 y de 2007 o en la Copa de las Confederaciones de 2006 y 2009 de poco han servido para aplacar la sed de victorias de una hinchada que está acostumbrada a las mayores glorias. 

El hecho es que después de la final de 2002 Brasil no ha vuelto a juntar un equipo tan completo y tan competitivo línea por línea y, sobre todo, no ha logrado un reemplazo para un astro de la dimensión de Ronaldo, que llegó a Alemania 2006 fuera de forma y no fue incluido en la nómina de Sudáfrica 2010. 

En Brasil mucho se ha debatido sobre los errores que llevaron a la eliminación del Mundial de Alemania en los cuartos de final, ante Francia por 1-0. 

Se señaló el sobrepeso de Ronaldo, el triunfalismo desmedido, la mala preparación o el "circo" en el que se convirtieron los entrenamientos en Suiza, en palabras del propio Ronaldo, o el despiste generalizado que vivía el equipo y que se plasmó en la jugada del gol francés, en el que Henry estaba libre de marcaje. 

El clima de desconcierto y de ligereza en Alemania llevó a la CBF a designar al férreo Dunga para el papel de seleccionador, con el objetivo de recuperar el orden, el trabajo y el respeto a la camiseta de cara al Mundial de Sudáfrica de 2010. 

Si bien Dunga cumplió con esos objetivos, volvió a naufragar en la misma fase, con un grupo en el que se echaba de menos a un delantero de referencia y en el que la mayor estrella del momento, Kaká, estaba lejos de su mejor forma. 

NEYMAR, LA ESPERANZA. 

El fracaso de ese modelo de mano de hierro y fútbol pragmático obligó a dar un nuevo viraje de 180 grados, para intentar recuperar el juego alegre y desinhibido que siempre fue la marca registrada de Brasil y que ahora tiene a Neymar como su mayor exponente. 

Neymar no es un delantero centro puro al estilo de Ronaldo y existe un consenso de que a sus 20 años todavía no ha alcanzado su auge. 

En cualquier caso, la afición ha depositado sus esperanzas de cara a 2014 en este delantero que, a nivel técnico, sobresale entre todos sus compatriotas. 

La renovada selección que dirige Mano Menezes ha arrojado claroscuros, es capaz de pasar de la excelencia a la mediocridad en 90 minutos y a dos años del Mundial, genera más dudas que certezas. 

Los Juegos Olímpicos de Londres servirá de laboratorio para Menezes, que en estos dos años de trabajo siempre ha convocado a una selección muy joven, con contadas excepciones. 

La presión de los futuros anfitriones es ya casi insoportable y, cada vez que se tropiece, aumentará por la inevitable comparación con los campeones de 2002, la última selección de éxito, cuyo recuerdo sigue absolutamente presente en el país.

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